domingo, 13 de febrero de 2011

Razones.

Quizá en algún lugar de mi mente se encuentre el por qué. Quizá sean tus ojos, tu pelo, tu cara, tu forma de mirar, tu sonrisa, tu forma de hablarme, de tratarme, de odiarme, de quererme, tu inmejorable forma de ponérmelo difícil. Quizá sea tu virtud de tener mil defectos, quizá sean tus cambios de humor o puede que sea porque pasas de mí. Sé que en algún lugar están las razones, una por una, aunque aún no las sepa. Lo que sí sé es que no puedo cambiarlo, aunque no me guste, aunque me arrepienta, aunque piense que te odie… Y esto es lo que me impulsa a escribir las que se suponen que serían las razones: no saberlas y que me preguntes por ellas.